Tienes un poder nuevo.

Con un par de clics en una app, puedes tomar esa foto vieja y arrugada de tus abuelos y, en segundos, tener una
versión «restaurada». Nítida, sin arañazos, incluso con color. Y muchas veces, gratis.

Es una revolución. Y sería un necio si no lo admitiera.

Pero esta nueva facilidad ha creado una confusión peligrosa. Una que puede costarte la autenticidad de tu propia historia.

Porque la mayoría de las veces, lo que esas herramientas te devuelven no es una restauración.

Es una falsificación plausible.

Restaurar vs. Regenerar

Esta es la diferencia que lo cambia todo.

Una máquina no «entiende» una foto. No ve a tu abuela, no sabe de la timidez en su sonrisa ni del contexto histórico de su ropa. Solo ve un conjunto de píxeles dañados y los reemplaza con información nueva, estadísticamente probable.

No recupera los detalles que se perdieron. Se los inventa.

El resultado es una cara de porcelana, sin imperfecciones, simétrica. Una cara que se parece a un ser humano, pero que ya no es la de tu familiar. Es un rostro genérico, sin alma. Un deepfake en tu propio álbum familiar.

La IA, en su búsqueda de la perfección técnica, borra la textura del papel, el grano de la película. Elimina el carácter y la atmósfera que hacían que esa foto se sintiera como un viaje en el tiempo.

El resultado es una imagen limpia, sí. Pero es una mentira limpia.

Entonces, ¿para qué sirve un artista si ya existe la IA?

Aquí es donde todo se vuelve interesante.

No estoy en contra de la IA.

Al contrario, la he integrado en mi proceso. La he puesto a hacer el trabajo sucio.

Ese 90% del proceso que antes me consumía días de trabajo monótono —eliminar miles de motas de polvo, reparar patrones repetitivos, limpiar fondos— ahora lo hace un algoritmo en una fracción del tiempo.

¿Y qué hago yo con todo ese tiempo que me he ahorrado?

Lo dedico a lo único que de verdad importa: la curación de tu recuerdo.


Mi trabajo ya no consiste en pasarme horas moviendo el ratón para tareas repetitivas.

Mi trabajo ahora es puramente intelectual y artístico:

  • Dirigir el proceso. Decido qué herramientas usar y, más importante, cuándo decirle a la IA que se detenga antes de que empiece a inventar.
  • Corregir sus errores. Actúo como un supervisor de calidad obsesivo, corrigiendo a mano cada «alucinación» del algoritmo para garantizar la fidelidad del rostro y los detalles.
  • Preservar la esencia. Tomo las decisiones que una máquina no puede,… mantener ese ligero desenfoque que le da atmósfera, investigar los colores exactos de la época, reintroducir el grano de la película para que la foto se sienta auténtica y no como un render 3D.


Gracias a la IA, no recibes menos de mí. Recibes más.

Recibes más tiempo de mi cerebro, de mi juicio artístico y de mi experiencia concentrados exclusivamente en la parte del proceso que define un resultado excepcional.

Te presento a mi socio, el algoritmo.
Y por qué jamás le confiaría el alma de tus fotos.

Mira las dos imágenes que tienes aquí abajo.

La de la izquierda es la original. Un recuerdo de un cliente. Descolorida, manchada, casi un fantasma.

La de la derecha es lo que una de las inteligencias artificiales más potentes del mercado hizo con ella. Una «restauración» automática. Un clic y listo.

A primera vista, puede que no te parezca tan mal. Hay color. La imagen está más nítida. Parece «arreglada».

Pero acércate. Mira con atención.

La cara del niño parece una máscara de cera.

La piel no tiene textura.

Los colores son planos, irreales, como los de una mala película coloreada de los años 80.

La IA ha aplicado una capa de pintura digital basándose en una suposición estadística.

Ha dicho «esto parece piel, así que le pongo color carne». «Esto parece un árbol, así que le pongo verde».

No ha interpretado. Ha rellenado huecos.

El resultado es una imagen técnicamente «limpia», pero sin vida. Sin alma. Es un dibujo. Una aproximación.

No es una restauración. Es una regeneración.


Ahora mira esto:

Esta es mi versión. El resultado final de The Restore Co.

¿Ves la diferencia?.

Aquí es donde entra el factor humano.

El factor que una máquina (al menos no por el momento) no podrá replicar.

Mi proceso fue distinto.

Usé la IA, sí. Como un asistente.

Le ordené que hiciera el 90% del trabajo sucio: eliminar el ruido, los arañazos, las manchas.

El trabajo pesado que antes me llevaba días.

Pero una vez que el algoritmo terminó, mi trabajo como artista apenas había comenzado.

  • No «adiviné» los colores. Investigué. Estudié otras fotografías de la época en Montevideo para entender la paleta cromática, los tintes que se usaban.
  • No «inventé» un rostro. Reconstruí el original, píxel a píxel en Photoshop. Mantuve la textura de la piel, la luz exacta en sus ojos, la sombra que proyectaba el sol de esa tarde.
  • No «eliminé» el carácter. Conservé el grano sutil de la película original para que la foto se sintiera auténtica, para que siguiera pareciendo una ventana a ese momento preciso, no un render digital del 2025.

La IA me dio la velocidad.

Mi experiencia y mi sensibilidad artística le devolvieron el alma.

Esta imagen partida lo resume todo.

A un lado, la memoria desvanecida. Al otro, el recuerdo revivido con fidelidad y respeto.

Puedes darle tus fotos a una máquina y te devolverá una imagen pasable.

O puedes confiárselas a un artesano que usa la mejor tecnología para honrar tu historia.

Esa es la elección que tienes ahora. Y ese es el valor que te ofrezco.

Chatgpt
The Restore Co

La pregunta correcta no es si usar IA, es: ¿qué valor tiene tu foto?

No toda foto necesita a un artista.

Si quieres arreglar una imagen para subirla rápido a redes sociales, una app gratuita es suficiente.

Es rápido, fácil y cumple su función.

Pero si la foto que tienes en tus manos es un portal a tu pasado, un fragmento irremplazable de tu legado familiar…
…la cosa cambia.


Ahí es donde tienes que elegir.

Puedes optar por una versión rápida y artificial, o puedes invertir en una restauración auténtica, donde la tecnología actúa como un asistente bajo la dirección de un artesano que se preocupa por tu historia tanto como tú.

No estoy aquí para decirte que me necesitas.

Estoy aquí para decirte que ahora tienes una elección. Y mi trabajo es asegurarme de que, si eliges la autenticidad, el resultado sea un recuerdo que respira, no una mentira limpia.

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